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ladymarjorie

Capítulo 9


- Me temo que en su estado, señorita, esa petición no obtendrá
respuesta- Respondió Gareth volviendo, cuidadoso, a entreabrir la
puerta.
- ¡Quiero un whisky!- Gritó, Marjorie saliendo tras el criado con un
búcaro de cristal en la mano para apoyarse torpemente en la
barandilla dorada mientras Gareth trataba de hacer oídos sordos al
comentarios de su señora, bajando la escalera.
- ¡Quién crees que eres, escocés del demonio!
- Desde luego su sombra, señorita, y considere tratar de no bajar tan
aprisa los peldaños.
- ¡Es tanto pedir un vaso de whisky en mi propia casa!-Le espetó
ahogada por el alcohol y la fatiga- En mi estado , Tras tan infausta
noticia. No hay palabra que describa aproximadamente mi
doloooooooooooooooooooorrrrrr
- ¡Señorita! ¡Señorita! Por el amor de Dios ¡que alguien me ayude!

Cordelia y sus viajes. Cordelia en la meditación de tantas idas y
venidas desde que la orfandad cambio su infancia, su vida. Arrullada
por un hombre con perfilados mostachos en un jardín, en tanto una
canción acompañaba el balanceo de la pequeña y unas manos la
acariciaban el oscuro cabello. Era el único recuerdo que creía tener
de sus padres. Cordelia y el internado misterioso donde conoció a su
más leal amiga, donde compartió con ella intimidades y hasta
persecuciones de muerte. Cordelia y América acompañada por su
institutriz, Cordelia, la indiana, instalándose en París. La mujer que
pudo ser delfina de Francia. Cordelia la triste buscando refugio en
tierra de moros, en abrazos de jinetes del desierto, en la lentitud
pesada del opio, en el pescador de esponjas de Rodas. Cordelia en
Londres recibiendo el consuelo de su amiga, recuperándose
definitivamente de lo que dos años y medio después, apenas hacía una
semana, había vuelto a enfermar . La viajera a las puertas de la
mansión de Marjorie a juzgar por la brusca parada del cochero y la
mirada de satisfacción de Marié y su terrible y aflautada voz
permanentemente silenciada y contenida en unos fruncidos labios de
enfado durante todo el tranquilo viaje.
- ¡Hemos llegado!
- Así es. Dijo tratando de ocultar la emoción por el reencuentro,
evitando pensar en las mentiras de la criada, apeándose con cuidado y
refrenando el paso hasta la puerta que estrepitosamente se abría en
ese momento dejando escapar los gritos y llantos que hasta entonces
retenía.
- ¡La señorita Cordelia!- Exclamó Gareth-¡En qué terrible momento el
Cielo nos envía alivio con uno de sus ángeles! Aturdida por el
mayordomo, por los gritos de la servidumbre rodeando una informe masa
rosa, Cordelia apartó casi a empellones el muro que conformaban
cuantos y cuanto se interponía en su camino. Un rastro de mesitas
caídas, cartas desperdigadas, cristales rotos, pétalos frescos de
flores y criadas asustadas condujo Cordelia trataba de despertar a
Marjorie de su oscuro sueño. Un bucle agitado hasta la desesperación,
un leve rocío en su frente, bastaban para alzar su preocupación, su
miedo, su voz sobre el chillerío.

- Marjorie, Marjorie, ¡Marjorie! –susurraba cariñosa, mientras
acariciaba el rostro de su amiga que comenzaba a entreabrir sus
oscuros ojos llenos de contenido dolor.
- A ti te harán más caso, querida-esbozaron en un suspiro sus labios-
¡Quiero un whisky!
- Gareth llevad a la Señorita a un sitio más cómodo y tranquilo. ¿El
médico está avisado?. ¿dónde está el ama de llaves?
- A su lado , Mademoiselle Cordelia- Casi susurró a su lado una mujer
extremadamente alta y velluda, de tez cetrina y cabellos claros.
Disculpe este caos y la falta de formas, soy Mrs Claudine Page.
- Dé usted las instrucciones precisas para anular cualquier compromiso
de su ama hasta nueva orden- contestó con cierta aspereza- y preparen
su bebida en el acto. Necesita reponerse un poco.
- Pero, mademoiselle…
- ¡Un whisky!

El griterío dio paso a la calma. Con instrucciones precisas y la
ayuda de Gareth, el servicio de Marjorie regresó nuevamente a sus
quehaceres habituales en la casa. En la pesada duermevela de la
accidentada, Cordelia trataba de adivinar el sentido de las inconexas
palabras y frases de la durmiente amiga.
Puti…….Esmeraldas….El barco….Paulette…
- Mademoiselle,Milady recibió anoche infaustas noticias de la India.
Su prometido apareció sin vida sorprendentemente hace dos semanas. En
cumplimiento de ancestrales tradiciones esta caja pone en propiedad de
mi ama la última atención del Maharajá- trató de aclarar Gareth
acercándola la dorada arqueta y mostrando su contenido
resplandeciente.
- ¿Bebe desde entonces?
- No deja de hacerlo desde que la escribió hace unas fechas. Nunca la
he visto tan turbada como en estas últimas semanas. Tan pronto
eufórica preparando su viaje asiático y sus nupcias, como alicaída
otras. Afanosa en el despacho a cualquier hora e indolente en la
siguiente. Ni siquiera asistió a fiestas, mademoiselle. ¡Y recibió dos
invitaciones del mismo Príncipe de Gales!.
- Tranquilo, buen amigo. Ya daremos con el sentido último de tanto
desequilibrio.
- Mademoiselle. Con permiso- interrumpió la aguda voz de Marie- el
médico ha llegado.
- Gareth, quédese conmigo por favor. Marie, hazle pasar y recuerda
anunciar su nombre en cuanto nos tengas enfrente. Es norma de cortesía
cuando se accede a las dependencias privadas de una dama y pareces
olvidarlo frecuentemente.
- Sí, señorita. Dijo retirándose la criada para aparecer en un suspiro
acompañada por el médico:
- ¡El señor Fitzgerald!

Rápido y de viriles ademanes, el recién presentado apartó a Cordelia
de su privilegiada posición en el lecho de su amiga. Sus manos tocaron
el desfallecido rostro y avanzaron impetuosas hacia sus hombros
tratando de desnudarlos.

- Doctor! Si lo que pretende es desvestir a esta dama. Creo
conveniente que me informe por adelantado- Indicó indignada, Cordelia.
- Con su permiso voy a desnudarla. Gracias a su infinito favor voy a
proceder después a auscultarla, comprobar su frecuencia cardiaca,
percutir en su zona lumbar y hasta proceder a realizar una sangría si
es necesario. Señorita.- respondió Fitzgerald cortante, mientras
seguía liberando a Marjorie de sus gasas rosa y despertaba en los
pómulos de Cordelia el rubor de la furia.
- Salga de la habitación Gareth y espere por favor tras la puerta por
si preciso sus servicios.
- Oui, mademoselle!
- Doctor! Permítame ser yo quien despoje de sus vestidos a mi amiga.
Por lo que estoy advirtiendo la delicadeza no forma parte ni de sus
actos, ni de sus palabras.- exclamó Cordelia apartando del cuerpo de
Marjorie las enormes y bronceadas manos del médico y no esperando tras
su hiriente actitud más comentarios hasta las conclusiones de la
exploración.
- Disculpe- Interrumpió el médico- Pero en América no andamos con
protocolos y miramientos. Soy de natural hosco y no muy dado a
conversaciones, pero no he querido ofenderla, mademosille.

Cordelia no respondió. Tras presentar el resplandeciente cuerpo se
apartó apenas unos pasos del lecho y se dejó llevar por la observación
de cada uno de los gestos profesionales del americano. Que tras un
rato y múltiples anotaciones en un cuadernillo oscuro sorprendió a
Cordelia con una sonora carcajada.
-¿Por qué nadie me dijo que había bebido? Señorita, su amiga tiene una
monumental y muy distinguida trompa aparte de la torcedura en uno de
sus tobillos que a juzgar por su color e inflamación paulatina la
tendrá apartada un tiempo de bailes y carreras. Abochornada por la
directa respuesta a Cordelia no le cupo más que proceder a vestir a su
amiga. Mientras desde la puerta una no menos risueña voz trataba de
despedirse con un "Volveré mañana" que Cordelia no pudo ni supo
contestar al escuchar de los labios de su muy despierta amiga un
pícaro " y pasado mañana, también, doctor".
Cordelia sonrió, mientras abrazaba cariñosamente a Marjorie.

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